domingo, 4 de octubre de 2009

MICHOU POURTALÉ - DAMERO PARA UN CUERPO

En este libro el yo lírico profundiza en el mensaje del cuerpo como dolor, como despojo, como efímero y sujeto al tiempo. Aquí se expresa el paso de los años en todo su desgarro, en el cuerpo de todos, en el de la poeta misma y en el de los marginales, abandonados, con los que se mimetiza en forma conmovedora (“alimentan su abandono /con lo puesto de siempre”). El cuerpo es la vida en este libro. También la luz que llega de otras épocas, los pies de la niña que penetra en el río, la sensación del agua y el correr sobre la hierba, el amarillo total que ilumina los momentos de gozo "donde termina el césped". Advertimos un cariñoso saludo al cuerpo, como de quien sabe que pese a amarlo, el cuerpo no lo es todo para quien escribe este libro, esta poeta que ha de "brincar desde el blanco", cuyo universo es amplio y cuyo saludo es "un beso".Hay una aguda conciencia también de la palabra como sujeta al tiempo (“Mientras escribo alguien muere/sobre la cama de un hospital”), al que le ha sido concedido a cada uno de nosotros para vivir y también de la palabra sabia, premonitora que en el yo lírico llega desde zonas ocultas. (“ni costura para el alma en despedida/sólo este verso sabedor de mi muerte/antes de que yo muera”). Se ve además una despersonalización, un extrañamiento que muestra hasta qué punto la poesía toma posesión del yo lírico (“Arrojada de mí busco el despliegue (…) donde voy suelta con el pensamiento”) y una voluntad de búsqueda inquebrantable (“persisto incisiva en la búsqueda). La realidad irrumpe en forma descarnada y violenta (”Sobre la vereda /tumbado un cuerpo” )(”vapuleado en escarmiento/ a fuerza de manotazo y puntapié”). La indagación prosigue en los tiempos históricos, se ejemplifica también con el estudio de la anatomía realizado a hurtadillas en cadáveres “En aquel siglo de hambruna, herejía, /caza de brujas iodadas” cuando “el anatomista en oculto aposento desposta un cadáver”. La indagación del cuerpo se vuelve también íntima, cuando se vuelve hacia atrás, hasta dar voz al “Hado primigenio niño/ en nuestro inconsciente das forma/ lucidez al relámpago de la pulsión.” También canta este libro la belleza del cuerpo (“Rezago de la mirada de Dios/ muselina para un cuarzo la piel”) unida a una belleza indefinible que la autora define como “la exaltación de un aura, nívea túnica para ella”.Su canto no olvida a ese órgano en el que la poesía siempre ha puesto su énfasis: el corazón (“Soberano reclamas ser cascabel/ de mi poema, entre palabras / lates al costado izquierdo”) ni tampoco se desvincula del gozo de la unión con todo lo viviente (“A esta tarde la huyo hacia mi monte”) y la comunicación en tonos sensibles, leves, como si el tiempo se hubiera suspendido, sin dejar de tener conciencia de la finitud de todo lo humano(“Pájaro del arbusto más cercano,/si vinieras junto a mi corazón, huésped/si hundieras tu pico en mi misma boca para juntos aspirar la voluta del aire final…”). La absoluta celebración de la frescura se halla también en el poema, ya mencionado y mi preferido en este libro, que habla de que “Más allá del jardín termina el césped”, y “Los piececitos bajan/por las colina próxima al muelle” cuando el agua contra la piel de una muchacha joven lleva al yo lírico a hablar de “el placer de sentirse viva sin concebir /el misterio de las horas, la oscura cadencia de los hechos”.Esos recuerdos iluminados saben como la muchacha “tenderse al sol de este final de verano”. En el último poema hay una síntesis de las búsquedas anteriores , un desdoblamiento en el que el yo lírico se dirige al cuerpo como a un querido compañero(“me despido con un beso y al besarte hay un apuro de lágrima, mi muchacho”), como si estuviera por fuera de él :“El simple juego de cartones animados fue nuestro y dejaré de ser la misma que te sirvió para escribirte”: Tenemos la impresión de que el cuerpo le ha servido como objeto de exploración cariñosa pero es, en realidad, el tiempo y la energía de lo permanente lo que la lleva. “He de brincar desde el blanco”, nos dice, o sea, que la palabra es quien la guía, la desboca cuando “sobre papel el punto del final cruje”.

1 comentario:

  1. Estimada Irene: en este interesante recorrido que vas trazando sobre Damero para un cuerpo, la voz de Michou Pourtalé alcanza su verdadera dimensión. Como lo expresan tus palabras, el cuerpo es la vida y la luz que llega de otras épocas, para remitirnos, vívidamente, a nuestra propia existencia. Felicitaciones.
    Horacio Laitano

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