domingo, 9 de mayo de 2010

PABLO SOLÍS

Editorial programa 28 Radio Uritôrkidas
El grupo se encontró debajo de la enramada, y de allí fue caminando lentamente hacia la cueva. No iban tristes porque sabían que la acción comunitaria que iban a realizar, era justa y necesaria. Antes de tomar la bebida que los llevaría al otro mundo se despidieron de aquella tierra que durante tanto tiempo, generación tras generación les había dado abrigo. Entonces el abuelo, el chamán, el brujo, dijo las palabras finales, las últimas palabras: Durante muchos pero muchos siglos nuestro pueblo vivió en estas infinitas montañas. Hace poco vimos que el sol marcaba nuestro retorno al otro mundo porque nos habló de lo que venía de lejos, y era esa lejanía, oscuridad. Los caciques del norte y del sur intentaron convencernos de que cuando el extranjero llegara sería necesario luchar. Nosotros no creemos en extranjeros, todos somos lo mismo, hijos del cielo y de la tierra.
Al mirar el horizonte entendemos que un ciclo ha terminado para nuestra raza. La tradición explica que cuando algo llega a su fin inútil es hacerle resistencia. Por eso la mundanal división que quieren hacer nuestros caciques es absurda. No somos ni valientes ni cobardes, somos mucho más que humanos y vivimos para algo más que comer y procrear. Por eso es hoy este día y por eso es, las últimas palabras. A partir de mañana este mundo comenzará a ser aniquilado por aquellos que creen habernos conquistado, nuestros caciques serán muertos, nuestros reyes asesinados y nuestra sabiduría transformada en folclórica mercancía que se venderá repetidamente en el circuito de las fantasías de los hombres. A partir de mañana cuando no estemos aquí comenzará un mundo nuevo que estará condenado también a desaparecer, porque su creación fue producto de la violencia y la irrespetuosidad hacia aquello que nos dio la vida. Este mundo nuevo será un mundo de máquinas y de colores brillantes que se alejará del sol y de la tierra. Hasta aquí llegó hoy nuestra vida terrestre, en un rato nomás regresaremos a nuestro mundo intermedio para permanecer en él hasta que los que ahora nos matan se cansen de jugar a la conquista, se cansen de comprar y de vender. Entonces volveremos, cuando no existan las palabras y el mundo sea un hueco acunado por todos. Volveremos con un granito de tierra roja y una semilla amarilla. Hoy es el último día y hoy es, las últimas palabras.
Y todos, niños, ancianos y ancianas, jóvenes y adultos levantaron sus vasijas y bebieron el elixir. Así se vio desaparecer a Pie de Bisonte, a Ojo de Águila, a Roca Seca, a Arroyo Saltarín, a Miel de Abeja, a Colibrí, a Sol, a Luna. Y con esos nombres que se fueron, desaparecieron también las cualidades sagradas de la naturaleza: el sol, la luna, el arroyo, la abeja perdieron algo de sacralidad y se hicieron más mundanos.
Así fue como partió la tribu entera. Así fue como emigraron hacia el otro mundo. Algunos dicen que fue este día el 11 de octubre, otros dicen que fue después, o un siglo antes de 1492.
La fecha exacta no interesa. Los arqueólogos mandados por los gobiernos de los países que investigan huesos para corroborar la existencia de una u otra cultura, no encontraron ni una calavera en la cueva. Sólo hay viento y polvo y un sonido suave que se filtra entre las rocas y que parece repetir una mántrica canción: No hay prisa para las edades...Los hombres somos eternos...No hay América, ni tierra, ni propiedades, ni vencedores, ni vencidos...Hay un sonido firme y azul que se levanta y permanece...El sonido firme y azul de un pueblo que canta con el agua...Que crece con los árboles ...Que baila con el viento....Cuando todo esto que es una cosa se termine, volverá la lluvia y la primavera...Mientras tanto escuchad estas palabras: No hay prisa para las edades…
Escrito por Pablo Solís, que reside en Capilla del Monte, Córdoba, Argentina

1 comentario:

  1. Publico este texto que responde a una cosmovisión conectada con el planeta.
    Gracias, Pablo. Saludos de Irene

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